Písac (en quechua P'isaq) está en
el distrito homónimo de la provincia de Calca,1 está ubicado a 30 kilómetros de
la ciudad del Cuzco,2 en el Perú. Su yacimiento arqueológico es uno de los más
importantes y visitados del Valle Sagrado de los Incas. Se encuentra al este de
la Cordillera de Vilcabamba. Como era costumbre en la arquitectura inca, las
ciudades fueron construidas sobre la base de trazos figurativos de animales.
Písac arqueológico asume la forma de la perdiz de puna (Nohoprocta ornata
branicti Taczanovski),3 como expresa su toponimia o denominación originaria.
Písac está divido en dos zonas,
la antigua, ubicada en la parte alta, es un sitio arqueológico incaico, y la
actual, ubicada en el valle, que data de la época colonial. Su plaza principal
es un lugar entretenido lleno de colorido y con diversos artículos artesanales
a la venta. Este pueblo es conocido por su observatorio astronómico.
La arquitectura de Písac también
es mestiza construida sobre restos indígenas por el virrey Toledo. Aquí se
puede asistir a una misa en quechua en medio de indígenas y varayocs o alcaldes
regionales. Igualmente, se puede comprobar cómo los agrónomos incas resolvieron
el problema de sembrar en las pendientes de los cerros.
Es una atracción turística por el
sitio arqueológico incaico que forman parte junto con Ollantaytambo y Machu
Pichu del circuito arqueológico del Cuzco, que lo hacen la mayor fuente de
ingreso del pueblo, aparte de la agricultura de subsistencia.
Písac no escapa a las famosas
leyendas incas. La ciudad presenta una estatua que tiene una muy particular: se
dice que el cacique Huayllapuma tenía una hija, llamada Inquill, a la que tenía
que casar con el hombre que pudiese construir, en sólo una noche, el puente
sobre el río Willcamayu - Actualmente "Vilcanota" ó
"Urubamba"- (un puente de mucha importancia para la defensa del
lugar). Pese a la dura tarea, Asto Rímac -un apuesto príncipe- decidió aceptar
el reto, y pedir la mano de la princesa. Las autoridades del lugar dispusieron
todo para que Asto Rímac iniciara las labores, mientras la princesa debía subir
un cerro sin voltear; porque, de lo contrario, ella y su prometido se
convertirían en piedra. Casi al amanecer, el príncipe había culminado con la obra,
pero Inquill, no pudiendo soportar más, volteó y quedó convertida en piedra
hasta el día de hoy.
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